Augusto Restrepo:
El alma de la cultura hecha hombre
Hoy despedimos con profunda nostalgia a Augusto Restrepo, una de esas almas raras que iluminan a quienes tienen el privilegio de cruzar su camino. Augusto fue mucho más que una mente brillante: era una enciclopedia andante, un encantador contador de historias y un defensor incansable del arte en todas sus formas. Su memoria prodigiosa y su espíritu jovial lo convertían en un personaje único, un maestro que enseñaba sin pretensiones, dejando huella en todo aquel que lo escuchaba.
Desde su pequeña gran librería, espacio donde convergían la literatura, la pintura, la escultura, la poesía, el cine, la música y el teatro, Augusto se convirtió en un puente entre culturas. Enamoraba a los extranjeros con su pasión, mostrando con orgullo el talento y la riqueza cultural de nuestro país. Pero su impacto no se limitó a los visitantes. Como gestor cultural, mentor y guía, tocó la vida no solo de innumerables artistas, sino también de galeristas como Carlos Orozco y Fernando Fernández. Me incluyo entre aquellos que tuvieron la fortuna de aprender de su sabiduría y su amor por el arte.
Su vida fue un constante acto de generosidad. Con cada conversación, con cada recomendación de un libro o una obra, sembraba curiosidad y amor por la cultura. Con su energía contagiosa y su pasión, Augusto nos recordó la importancia de valorar nuestras raíces y proyectarlas al mundo con creatividad y entusiasmo.
Hoy nos toca despedirlo, pero no sin gratitud. Nos deja no solo sus innumerables anécdotas, sino también una herencia cultural invaluable y la inspiración para seguir promoviendo el arte como él lo hacía: con pasión, dedicación y autenticidad.
Augusto Restrepo no solo vivió; trascendió. En cada artista que ayudó, en cada galerista que inspiró, en cada amigo que encantó, vive su espíritu. Porque quienes dedican su vida a la cultura nunca mueren del todo.
Que su legado siga guiándonos para construir un mundo donde el arte, como Augusto, sea eterno.
“Sit tibi terra levis”
John Gómez
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