«En el mundo del arte pocos misterios agitan más la imaginación de los expertos que descubrir cuál era la posición original de los brazos de la «Venus de Milo», uno de los más preciados tesoros del parisino Museo del Louvre. Lo más curioso es que, en 1960, una comisión de expertos arqueólogos turcos se dirigió al gobierno francés con la siguiente petición: «Si Francia devuelve la estatua, Turquía retornará los brazos a su lugar, dotando al mundo de una gran obra en todo su esplendor original; de lo contrario, la Venus de Milo seguirá mostrando sus muñones en el Museo de Louvre». Evidentemente la estatua no fue devuelta, pero ¿Qué había ocurrido para que Turquía hiciera semejante propuesta a Francia? ¿Cómo es que los turcos decían poseer los brazos de la Venus? Para contestar a estas preguntas nos hemos de remontar al momento en que fue descubierta.
La Afrodita de Milo, mucho más conocida por Venus, la diosa paralela en la mitología romana, fue hallada como su nombre indica en 1820 en la Isla de Milo, una de las que componen el archipiélago griego de las Islas Cicladas. El hallazgo corrió a cargo de un campesino llamado Yorgos Kendrotas, al que la estatua se le mostró partida en dos mitades, y el campesino, en un arranque muy «masculino», decidió llevarse a su casa solo la parte superior, que es la que más movía su imaginación y dejar en su lugar la otra mitad, menos sugerente, y que por su peso, aproximadamente 900 kilos, no invitaba a tanto esfuerzo.
En aquellos años Grecia estaba librando su Guerra de Independencia del Imperio Otomano, contienda en la que entre otros países participaba Francia, apoyando con sus tropas a los griegos. Con el tiempo tanto franceses como turcos tuvieron conocimiento de la existencia de la estatua y ambos pretendieron hacerse con ella. El caso es que tras algunos avatares en la negociación del precio de la escultura y de quien sería el que se llevaría la codiciada pieza, los franceses tomaron cierta ventaja y según algunas versiones, cuando se encontraban embarcándola, un destacamento turco sorprendió a los franceses en tal trance, entablándose entre ambos bandos una verdadera batalla por la posesión de tan codiciada escultura. Una vez más la belleza de una mujer, aunque esta vez fuera de mármol, provocaba el enfrentamiento de los hombres, recordar que Afrodita (Venus) ya tuvo algo que ver en el inicio de guerra de Troya y así en medio de aquel caos, la escultura cayó golpeándose contra las rocas y rompiendo los brazos. Los franceses salieron victoriosos del envite y lograron embarcar con la escultura, dejando los brazos en tierra y en posesión de los turcos.
La versión oficial por supuesto cuenta de una compra directa y sin luchas, en la que el campesino Yorgos ofreció la escultura, ya sin brazos, a un clérigo ortodoxo y este se puso en contacto con el oficial naval Jules Dumont D’Urville quien rápidamente fue consciente del valor de la pieza y con el apoyo del embajador francés en Constantinopla, el Marques de Riviere, compraron la estatua.
Ya saben las dos versiones, pero a la vista de aquel ofrecimiento que hacían los arqueólogos turcos en 1960, no me digan que no es digna al menos, de tomar en consideración, la versión de la perdida de los brazos en medio de una refriega entre turcos y franceses. Las cosas….
Para los curiosos comentar que todos los expertos apuntan que el brazo derecho sostenía la túnica justo al nivel de la cadera izquierda en un aparente intento de impedir que la túnica cayera y descubriera su desnudez, mientras que el brazo izquierdo sostendría la manzana del juicio de París, con el que se reconocía a Afrodita (Venus) como la más bella entre las diosas. La escultura se fecha entre los años 130 y 100 a.C y parece que tiene ecos de la Afrodita de Cápua de Lisipo, que vemos a la derecha en una copia romana del original griego, (Museo Arqueológico Nacional de Nápoles), escultura que nos da una idea de la posición de los brazos que antes comentábamos. En la Venus de Milo figura la inscripción de Alejandro de Antioquia que podría ser su autor, a pesar de lo cual y por existir otras inscripciones las dudas no desaparecen a este respecto. Las influencias de Praxíteles y de Fidias son evidentes e incluso ha llegado a ser atribuida a Scopas. En definitiva, una escultura llena de misterios e incógnitas, que la hace todavía más atrayente, si es que esto es posible.»