La obra Nature morte avec guitare (Naturaleza muerta con guitarra), del pintor polaco Henri Hayden (1883-1970), está bajo sospecha. Tanto que el pasado mes fue descolgada de su sala del Reina Sofía sin que el museo emitiera ningún comunicado. «Ante la duda razonable sobre su origen decidimos quitarla e iniciar una investigación», reconocen fuentes de la pinacoteca al ser contactadas por EL MUNDO.
Una pesquisa y el propio testimonio del impostor atribuyen la autoría de esta obra en cuarentena a Wolfgang Beltracchi, considerado como el más importante falsificador de arte del siglo XX. Este genio alemán del pirateo artístico fue condenado en 2011 a seis años de prisión, en un proceso sobre fraude profesional organizado de una magnitud sin precedentes en ese país desde el expolio nazi de la Segunda Guerra Mundial. Su colaboración con las autoridades le permitió reducir la pena de cárcel.
¿Cómo acabó una obra suya en uno de los museos de arte contemporáneo más importantes de Europa? La primera pista no nos lleva hasta el centro de Madrid, sino a Japón.
El pasado mes de octubre un grupo de periodistas japoneses de la televisión pública NHK TV se personaron en el Reina Sofía con motivo de un documental dedicado al rastreo de obras de arte falsas realizadas por Beltracchi. Un enorme escándalo había sacudido la reputación de los museos de este país cuando se descubrió que Beltracchi había colado obras suyas en pinacotecas tan respetables como el Museo de Arte Moderno de Tokushima, el Museo de Hachioji de Tokio y el Museo de Arte de Kochi. En una reunión con responsables del museo español, los japoneses revelaron la información que tenían y plantearon la posibilidad de que el Nature morte avec guitare del Reina Sofía pudiera ser un fraude.
«Cuando informamos de esa probabilidad fue cuando decidieron retirar el cuadro», confirman fuentes del canal japonés.
EL MUNDO ha podido saber que el cuadro llegó al Reina a través de una dación en pago de un empresario catalán ya fallecido, que había comprado el cuadro en Sotheby’s, en Londres, el 14 de octubre de 1992. Esta persona pagó por la obra, según la web artprize.com, 58.998 euros.
La dación en pago es una forma frecuente de adquirir fondos a los museos que permite a un ciudadano que tiene una deuda tributaria satisfacerla con obras de arte. La fórmula permite, por un lado, a los contribuyentes sin liquidez pagar sus impuestos con arte y, por el otro, que la Administración adquiera, por el precio que se fija, obras de interesante valor artístico, histórico o de cualquier otra naturaleza. Así que en un plazo de tres años la presunta obra de Beltracchi pasó los controles de una importantísima casa de subastas, de ministerios y de un museo puntero.
«El Reina Sofía se inaugura en 1992, por tanto en el momento de la adquisición está completando su colección, con más o menos prisas», explica Jorge Llopis Planas, perito judicial especialista en falsificación de arte del siglo XX y director de la revista Pecadosdelarte.com. «En aquel entonces las compras y las aportaciones de coleccionistas reputados eran fundamentales, pero también se da la circunstancia de que los procesos de verificación de las obras donadas no son especialmente rigurosos, ya que no debemos olvidar que las comunicaciones son todavía analógicas. Si la sala Sotheby’s aceptó vender la obra en 1992 sin tampoco verificar originalidad y procedencia reales, por qué lo haría el museo».
«Beltracchi no corre riesgos, no vende caro, aplica el método tacita a tacita: llegó a vender 14 obras por 45 millones»
Así que Beltracchi fue capaz de sortear los mecanismos de control, más en una década donde se colaron tantas falsificaciones como en los años 90. Este pintor con aspecto de hippy trasnochado, con melena y barba setenteras y camisas coloristas tiene un currículum falsificador abrumador. Según los investigadores, ha logrado amasar una fortuna de entre 20 y 50 millones de euros. Prueba de su éxito es que, cuando fue detenido por la Policía alemana, acababa de inaugurar una residencia valorada en siete millones de euros.
Especialista en imitar la obra de Max Ernst, Heinrich Campendonk y Max Pechstein, Beltracchi fue un niño prodigio que con 14 años resultó capaz de copiar un picasso del Periodo azul, lo que dejó asombrado a su padre, pintor restaurador de iglesias que hacía versiones baratas del malagueño, de Cézanne y hasta de Rembrandt.
«Siendo un delincuente y un estafador, Beltracchi es un tipo al que se le puede considerar un prodigio», explica Llopis. «Asimila el estilo de más de 120 artistas contemporáneos y así crea hasta 300 obras al estilo o la manera de».
Beltracchi dio sus pelotazos especializándose en autores poco conocidos, muchos del Expresionismo alemán. «Crea unas colecciones ficticias de supuestos propietarios judíos desaparecidos durante el Holocausto y por tanto difíciles de comprobar», añade Llopis. Compra material de época en mercadillos como lienzos y bastidores y, lo más importante, es que su red de colaboradores está muy controlada: su mujer Helenne y su hermana. No corre riesgos. No vende caro, sino que aplica el principio del tacita a tacita, pero teniendo en cuenta que sólo 14 de sus obras se vendieron por 45 millones de euros, y se calcula que ha pintado más de 300 obras, ya se puede imaginar el valor del resto de la vajilla…».
Queda por saber cuántos beltracchins hay todavía en España.



