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Hallan en Segovia la huella dactilar más antigua del mundo (y no fue obra de la casualidad)
Es la primera huella dactilar de un neandertal que se hizo intencionadamente como un acto simbólico. Tiene 43.000 años.

Un nuevo hallazgo, el más antiguo del mundo con una impresión dactilar humana, refuerza la idea de que los neandertales ya poseían pensamiento abstracto y capacidad artística.
Hace 43.000 años, un neandertal dejó una huella dactilar sobre una piedra en la actual Segovia, tras impregnar su dedo en pigmento rojo. El soporte, un canto rodado con forma de rostro humano –un fenómeno conocido como pareidolia–, sugiere una intención simbólica o ritual.
La huella dactilar más antigua del mundo: un neandertal la dejó en Segovia hace 43.000 años
¿Un artista prehistórico? Un hombre de neandertal se topó con un gran guijarro de granito –de unos 20 centímetros de longitud (21,4 × 11,3 × 7,6 cm)– cuyos contornos, que quizá recuerdan a un rostro alargado, le impulsó a examinarlo y finalmente plasmar la supuesta nariz de lo que parecía un rostro con uno de sus dedos impregnados en pigmento rojo.
La dactilografía sobre una piedra con ocre rojo proporciona nueva evidencia de las capacidades cognitivas de los neandertales, lo que implica que compartían nuestra tendencia a ver rostros en objetos inanimados como las nubes, las montañas o incluso una tostada.
Arte prehistórico en Segovia
Tras el descubrimiento del guijarro, a las afueras de Segovia, se escaneó con un escáner David SLS-3 para obtener un modelo 3D, lo que permitió un análisis detallado de sus características y las posibles alteraciones superficiales derivadas del uso.
Confirmado mediante microscopía electrónica de barrido y espectroscopía multiespectral, estas técnicas revelaron que el pigmento fue marcado con la yema de un dedo, probablemente el índice o el pulgar humedecido en ocre fresco y sellado en la superficie del canto rodado; y, gracias a este acto quizá movido por el impulso, nos ha llegado la que puede ser la pieza de arte mueble europea más antigua atribuible a esta especie que se extinguió hace 40.000 años tras ser ‘absorbidos’ por los humanos.

Aquí se puede apreciar el guijarro que cuenta con la huella dactilar neandertal impregnada en ocre rojo.
Un acto con mucho simbolismo
Según comentan los investigadores en su estudio publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, la piedra del Paleolítico Medio está asociada a un conjunto de herramientas neandertales y fue depositada mucho antes de que los humanos modernos llegaran a esta parte de la península Ibérica. De hecho, la datación se corresponde a la fase final de la presencia neandertal en esta región.
Es reseñable que la piedra no muestra signos de haber sido utilizada como herramienta, sino que fue considerada como un objeto no utilitario, con más valor simbólico que funcional. “Tras todos los análisis realizados, no hemos documentado ninguna marca en la superficie de la piedra que podamos interpretar como funcional”, apuntan los expertos. Y la huella dactilar dejada no pudo ser casualidad; fue un acto deliberado. Es más: investigaciones posteriores confirmaron que el pigmento, que contenía óxidos de hierro y minerales arcillosos, no fue identificado en ningún otro lugar de la cueva ni tampoco en sus alrededores.
Confirmando el origen antropogénico de la huella
La policía científica también descartó que se tratara de un accidente geológico o de una marca animal. Las pruebas eran poco discutibles: la curvatura y la disposición de la marca solo encajaban con un dedo humano. De ahí que los investigadores concluyan que, basándose en sus hallazgos, «no podemos descartar la posibilidad de que tanto Homo sapiens como Homo neanderthalensis poseyeran capacidades similares para interpretar la pareidolia facial». Es decir, que los neandertales poseían una capacidad de pensamiento simbólico similar a la de Homo sapiens, según los expertos.
El descubrimiento, que no tiene parangón en nuestros registros, ha sido posible gracias a una colaboración entre la Universidad Complutense de Madrid (UCM), el Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) y también la participación de la Comisaría General de Policía Científica del Cuerpo Nacional de Policía y la Universidad de Salamanca (USAL).