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Los artistas Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle, musa de Saint Laurent, se reencuentran en una exposición única.
Fueron pareja, y también dos de las figuras más relevantes del universo del arte. Ahora, la galería Hauser & Wirth recoge un amplio recorrido de obras que visibilizan su colaboración, un compendio de piezas para evidenciar esta sinergia, así como el ADN artístico de estos talentos.
Por Paula Martíns

intar calmaba el caos que agitaba mi alma. Era una manera de apaciguar a esos dragones», confesó alguna vez Niki de Saint Phalle, artista que ocupa ahora un lugar destacado en una de las exposiciones que más están dando de qué hablar del año. La Hauser & Wirth, en Somerset (Inglaterra) ha inaugurado Niki de Saint Phalle y Jean Tinguely. Mitos y máquinas, reuniendo la colaboración artística entre dos grandes iconoclastas del siglo XX.
La muestra, que podrá visitarse hasta febrero de 2026, celebra tanto el centenario del nacimiento de Jean Tinguely como el vínculo personal y creativo que compartió con Niki de Saint Phalle. Dos nombres esenciales del arte contemporáneo que, además de haber sido amantes por un tiempo, juntos dieron forma a un imaginario inclasificable: esculturas cinéticas, piezas monumentales al aire libre, dibujos inéditos y obras conjuntas que desafiaron los límites entre el arte, la performance y la ingeniería.
Niki de Saint Phalle y Jean Tinguely compartieron mucho más que una vida artística: también una visión crítica, festiva y radical del arte. Ahora, gracias a esta exposición, se expone esta cuidada selección de obras curada en colaboración con la Niki Charitable Art Foundation. La exposición presenta desde las célebres máquinas de Tinguely —estructuras mecánicas hechas con chatarra, humor e ironía— hasta algunas de las piezas más representativas de Niki de Saint Phalle, como Big Lady (black) o sus icónicas figuras danzantes moldeadas en poliéster, pensadas para habitar parques, plazas y jardines.
Ambos están consolidados como dos de las figuras más relevantes del mundo del arte. Pero Niki de Saint Phalle fue muchas cosas: pintora, escultora, cineasta autodidacta y referente absoluto del arte pop europeo. Su estilo, repleto de color, formas redondeadas y figuras casi infantiles, esconde bajo su apariencia lúdica una carga emocional y política que marcó toda su trayectoria. Se volcó en el arte con una intensidad poco común. Sus obras hablan de feminismo, salud mental, ecología, racismo, del sida, de la violencia armada o sobre derecho al aborto. Temas que aún hoy siguen latiendo con urgencia.

El eco de la artista fue tanto que, su magnetismo tampoco pasó desapercibido en el mundo de la moda. Yves Saint Laurent se inspiró en su manera de vestir para crear su legendario esmoquin en 1966. Años después, diseñadores como Peter Dundas para Pucci o Maria Grazia Chiuri en Dior volverían a rendirle homenaje a través de colecciones que capturaban su esencia explosiva y libre.
Jean Tinguely, por su parte, llevó la escultura a una nueva dimensión con sus ‘antimáquinas’, artefactos irónicos que desafían la eficiencia tecnológica y reivindican el azar, el movimiento y el ruido como materiales artísticos. Sus obras funcionan como una crítica al exceso de racionalismo, y hoy, más que nunca, siguen siendo actuales.

Juntos, desafiaron las normas del arte establecido. Su relación creativa fue eléctrica, caótica y brillante. La muestra reúne obras inéditas, colaboraciones de los años 80 y una selección de esculturas móviles que, más que piezas estáticas, parecen criaturas que respiran, giran o se rebelan.