La pintura más cara de la historia (hasta 2015)

Fuente: historia.nationalgeographic.com.es

Los jugadores de cartas de cézanne, la pintura más cara de la historia (hasta 2015)

El 19 de enero de 1839 nacía un pintor que parecía «no conocer ni siquiera los primeros principios de su oficio», cuyas obras «torpemente pintadas» eran «dolorosas de ver»  y estaban «al límite de lo grotesco». Paul Cézanne fue un pintor especialmente incomprendido en vida, pero cuyo legado trascendió en el tiempo para convertirse en el origen de todas las vanguardias artísticas que aparecieron a partir del siglo XX. Desde el impresionismo, Cézanne fue buscando su propio camino hasta descomponer sus pinturas en manchas de color y formas geométricas, renunciando a la perspectiva y a los juegos de luces y sombras.

Jugadores de cartas (1885-1890), expuesta en el Museo d’Orsay de París, condensa todas las características de su pintura: un tema sencillo, tradicional y atemporal abordado desde un estudio obsesivo de la escena hasta plasmarla en una mezcla de formas y colores esenciales. Cézanne llegó a pintar cinco obras con esta temática, una de ellas, muy similar a la que encabeza este artículo, se convirtió en la pintura más cara de la historia, adquirida por alrededor de 250 millones de dólares. Nada mal para alguien con «la mirada encantada de un fantoche».

Adelantado a su tiempo

La evolución pictórica de Paul Cézanne es un perfecto y fugaz resumen del siglo XIX artístico: intentó agradar a los estamentos oficiales con sus primeras obras más académicas, pero nunca fue aceptado en el Salón de París. Después se unió al movimiento de los incomprendidos y vilipendiados impresionistas para, más adelante, desmarcarse de ellos también y embarcarse en la búsqueda de una nueva forma de expresión visual. El autorretrato sobre estas líneas recuerda poderosamente al cubismo, que aparecería dos décadas más tarde. Una frase apócrifa –atribuida tanto a Picasso como a Matisse– aunque nunca fuera pronunciada como tal resume el legado del pintor provenzal: «Cézanne es la madre de todos nosotros».

Esferas, cilindros y conos

Proveniente de una familia de terratenientes de Aix-en-Provence, Cézanne nunca encajó en París. Tras estallar la guerra franco-prusiana en 1870 regresó a la explotación familiar para librarse del reclutamiento y ya nunca regresó a la capital. En el sur de Francia encontró el ambiente bucólico y los motivos perfectos para plasmar su estilo, en el que el color y las formas lo eran todo: «Todo en la naturaleza está modelado según la esfera el cilindro y el cono», decía. Naturalezas muertas como la que aparece sobre estas líneas, de la misma época que Los jugadores de cartas.

Diálogo con los clásicos

Los jugadores de cartas de Cézanne parece establecer un diálogo con los grandes maestros anteriores. Aborda de una forma totalmente novedosa una temática costumbrista tratada por los artistas siglos antes que él. No muestra el ambiente ni el dinamismo típico de este tipo de escenas, como en Jugadores de cartas (1595), donde Caravaggio expuso la connivencia de dos tahures que estafan aun incauto. 

Una serie atemporal

En el primer lustro de la década de 1890, Cézanne pintó una serie de cinco lienzos con la misma temática, el pasatiempo monótono y austero de los campesinos de Aix-en-Provence, su región natal, escenas muy alejadas del bullicio París recreado por Edgard Degas o Henri Toulouse Lautrec por la misma época. Arriba la primera obra de la serie, expuesta en el Metropolitan Museum de Nueva York, que mide 65 x 82 cm. Más adelante pintaría otra versión muy similar a esta pero el doble de grande, 1’35 x 1’82 m, unas dimensiones monumentales, más propias de escenas mitológicas o históricas que costumbristas.

La pintura más cara

En el obsesivo y concienzudo estudio de los temas que le caracterizaba, Cézanne redujo la escena a lo esencial en las tres composiciones posteriores que concluirían la serie: dos jugadores, una mesa y una botella para refrescar el gaznate. Sobre estas líneas la versión exhibida en el  Courtauld Institute of Art de Londres (arriba). Una «hermana» muy parecida fue durante cuatro años la pintura más cara jamás vendida. Un jeque catarí la compró en 2011 por alrededor de 250 millones de dólares y desde entonces pertenece a su colección privada. El precio casi doblaba el récord anterior y dejaban muy lejos los 39 millones de dólares pagados por los Los girasoles de Van Gogh.

Arte destilado

La onerosa obra de arte catarí y su hermana inglesa tienen sutiles diferencias con la del Museo de Orsay, por ejemplo el jugador que fuma en pipa tiene muchas cartas en sus manos. Es sin duda la composición más sobria. Podría decirse que el pintor de La Provenza se concentró solo los elementos que consideró esenciales para la obra.

Los protagonistas

Cézanne exigía a sus modelos lo mismo que a los objetos que representaba, posar completamente inmóviles ante él durante horas mientras captaba cada detalle para plasmarlo en su lienzo. Esto sin duda era mucho más fácil para los modelos inertes que para los humanos. Los modelos fueron Paulin Paulet y père Alexandre, un peón y un jardinero que trabajaban para la explotación de la familia Cézanne, respectivamente. Cobraron cinco francos cada uno por posar durante horas en interminables sesiones.

El elemento clave

La botella sobre la mesa representa tal vez el elemento sobre el que se sustenta toda la composición. El recipiente tiene la función de crear una falsa sensación de simetría para cada uno de los contendientes y a la vez aumenta la oposición entre ellos. El brillo blanco que la atraviesa verticalmente refuerza esa sensación. Además es un elemento que conduce la vista del espectador hacia la mesa donde se desarrolla toda la acción.

Entre lo figurativo y lo geométrico

Cézanne trata a sus personajes como un objeto más de la pintura y parecen poder descomponerse en figuras geométricas como si de manzanas o naranjas se tratara. La pose de los brazos busca, así mismo una sensación de simetría que dirija la vista hacia el centro de la mesa. De cualquier manera no es casual que se apoyen en la mesa, ya que las interminables sesiones a las que sometía Cézanne a sus modelos lo obligaban a permitir que al menos estuvieran en las posturas más cómodas posible.

El color lo es todo

El color define la forma, otra de las divisas de Cézanne. ¿De qué color es la chaqueta del jugador que fuma en pipa? De todos y de ninguno en particular. Podemos distinguir tonos amarillos, verdes, azules, morados y rojizos. Lo mismo ocurre con el rostro y el bigote del jugador, compuesto por una serie de pinceladas que son a la vez pintura y dibujo.

La importancia de los detalles

Reducirlo todo a formas esquemáticas y geométricas no está reñido con atender a los detalles que otorguen naturalidad a la escena. En este sentido, un bolsillo toscamente esbozado en la chaqueta es suficiente.



Los jugadores de cartas, expuesta en el Museo d'Orsay de París es una de las cinco variaciones de este tema que Paul Cézanne pintó entre 1890 y 1895. Shutterstock

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